15 febrero 2013

Ese otro al que llamo amigo


Me encontraba solo en la inmensidad de mi habitación, cuando tome uno de esos magníficos libros del gran escritor florentino Giovanni Papini. Aquel volumen que leí fue soberbio y le mostraba al mundo la gracia y dignidad con la que envejecen los grandes genios; así mismo de aquel "Hombre Acabado" de Papini pude obtener las tres grandes virtudes que debe tener ese otro al que un día podré llamar amigo:

“Tenía necesidad de afecto. Quería sentir una mano en mi mano, quería ser escuchado y escuchar: tener alguien a quien decirle en secreto, en el abandono inolvidable de las primeras amistades, aquellos sentimientos, aquellos deseos y pensamientos, que no se pueden decir a los padres y a las madres. Quería alguien igual a mí, para trabajar juntos, alguien mayor que yo para aprender, para ser guiado, alguien inferior a mí, para ayudar y enseñar.

Después de haber leído esas palabras sólo me resta decirles que vean bien a esos otros que llaman amigos y vean si cuentan con esas características, y de no ser así, no lo tomen por una gran tragedia, tal vez sea que no han mirado con detenimiento, pero en caso de haberlo hecho salgan de ese rincón oscuro en el que se encuentren y miren a hacia el rostro de cada persona que tengan enfrente y busquen sin demora y hasta el punto de la fatiga a ese otro, aquel al que con justa razón puedan llamar amigo.